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TRANS TOMATE

En el performance del sábado anterior, observamos la forma más representativa, pero no por ello menos irritante y atroz, ante la homofobia, transfobia, sexismo y racismo.El espacio  se convirtió en un campo de batalla con un discurso que fingía de nuevo estar en torno a posiciones claramente distinguibles.​


El exponer una peculiaridad de la cotidianidad crea conmoción, un rechazo que se convierte mortal para el ser mismo, pienso que nada ganamos con señalar, agredir o blasfemar contra la inclinación sexual de cada ser en este lugar llamado mundo.
La agresión es total, y se logra a partir del objetivo planteado por el grupo de trabajo, se genera el espacio donde la gente se convierte en un actor potencial, adquiriendo poder. El espacio creado revela un subtexto a gran escala, y evidencia la hipocresía y falta de respeto hacia la libertad.


Lo realizado nos deja ocupados y no preocupados, ahora nos preguntamos ¿Qué nos aportaron los tomatazos? ¿Crea cambio? ¿El especta-actor disfruto? ¿El especta- actor cayó en conciencia?


Las personas o los niños hacen su aparición en escena con una serie de interrogantes sobre la identidad que se quiere rechazar, las precondiciones de la identidad (qué factores hay que tener en cuenta y considerar, por ejemplo, una mujer) y sus efectos (a quién incluimos y a quién dejamos fuera de esa etiqueta de identidad).


El lanzar un tomate no sólo cuestiona la acción del discurso teniendo una base natural y solida (ser gay o ser transexual), va más allá, la indiferencia hacia los gays y las lesbianas y la falta de la tolerancia hacia ellos. Los especta-actores rompen, se rebelan contra la concepción de las identidades como algo inamovible

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Jonathan Pereira Pereira.

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